septiembre 04, 2015

DEBATE DE CANDIDATOS A LA RECTORÍA DE LA UT ¿AUDITORIO O DIVÁN?



Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla

Aparecen en elecciones unos que llaman caudillos
Que andan prometiendo escuelas y puentes donde no hay ríos
Y al alma del campesino llega el color partidiso
Entonces aprende a odiar hasta quien fue su buen vecino
Todo por esos malditos politiqueros de oficio.

Arnulfo Briceño


Asistí el pasado 3 de septiembre al debate (¿?) de los candidatos a la rectoría de la Universidad del Tolima. Toda una mañana para una práctica de psicoanálisis. El evento fue citado en uno de los espacios de encuentro, el denominado Auditorio Mayor de la Ciencia, el cual ya ha sido profanado antes por este tipo de parodias y montajes democráticos.  De entrada el acto no fue más que un pastiche de la democracia, porque se cita a la presentación de los planes de gobierno de dos candidatos, para elegir una terna, de la cual el Consejo Superior Universitario elegirá el futuro rector. El mundo de los principios matemáticos también es profanado en estos lares.

Sin embargo, no me detendré en la valoración de las propuestas de gobierno, las cuales parecen bajadas de la página del Ministerio de Educación y sus políticas regresivas para la universidad pública; me detendré a intentar valorar el despliegue de odios, dolores, angustias y miedos que  reflejan-mos los participantes. Parto por la conclusión: La comunidad de la Universidad del Tolima está enferma, carece de tejidos de afectos, el mal de nuestro tiempo, que no es otra que la individualización de la existencia, ha hecho metástasis en el cuerpo colectivo.

A Ralph Abernathy se le atribuye esta frase: “Estoy enfermo y cansado de la gente en blanco y negro, de la buena intención de dar aspirina a una sociedad que se está muriendo de una enfermedad cancerosa”, y ese parece ser el estado de nuestra comunidad, morimos afectivamente y nos queremos curar con aspirinitas burocráticas, aspirinitas de indiferencia, aspirinitas de odios personales, aspirinitas de gritos y manoteos. Pero la culpa no es solo de la comunidad, este desmadre tiene origines sociales, políticos y económicos. La Universidad del Tolima es apenas un bosquejo en miniatura del departamento, sumido en mayor atraso social y político; es también el lugar en donde se hace la política desdibujadamente y se maquilla tras los eslóganes de cambio, cuando apenas son el remedo de una larga y trágica historia de equivocaciones; y es además fuente de empleo para muchos profesionales que no tienen otro espacio en donde poner en práctica lo que la misma Universidad les enseñó. Estos factores mezclados son el caldo de cultivo para la esquizofrenia. Lo que queda por fuera es el verdadero propósito de defensa de lo público, de la construcción de un proyecto de universidad más allá de nuestras ambiciones de poder y egoísmo seudo-ideológico, lo que se sacrifica es el futuro de la educación de la región.

El encuentro entre candidatos a la rectoría de la Universidad del Tolima no se desarrolló en un auditorio, sino en un diván gigante con trescientas sillas, y desde muchas de ellas los cuerpos manifestaron sus heridas: úlceras producidas para insolidaridad, por el egoísmo, por la persecución disfrazada, por la angustia de conservar el puestico, por el acomodamiento y otros males que se anidaron en el inconsciente colectivo desde hace muchos años, cuando los manipuladores entendieron que lo mejor para gobernar era polarizar, dividir, fragmentar, prestar las dagas para que los cuerpos se destrozarán desde la verbalidad y la acción. Claro que entiendo esa esquizofrenia, esa impotencia del sujeto atrapado en un campus sin ethos, por eso resulta urgente desocupar ese tarro de basura que la comunidad carga a sus espaldas. En tiempos cuando se habla de reconstrucción social, que fructífero resultaría empezar por nosotros mismos.

Lástima que los candidatos a rector no tienen ni siquiera un esbozo de propuesta para superar la mamá de las crisis: el deterioro del sujeto universitario; pero pobrecitos, ellos también forman parte de este tejido averiado de afectos que juega al circular vicio de la venganza y el uso del poder para la individualización. Dentro de unos días, alguno de ellos se sentará en las apoltronadas sillas del poder y nos olvidará, no seremos ya sus indicadores en las urnas, solo un pequeño ramillete de elegidos lo acompañará en lo que desde ya se prevé como otro fracaso, porque en la maleta se conoce el pasajero. Pero hay algo más atroz: mientras morimos en agresiones inanes, la región, que clama nuestra presencia, nos olvida y para ese olvido no habrá retorno, ni pronta cura.