julio 07, 2014

¿QUÉ SE GANÓ EN BRASIL 2014?

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Como muchos de los colombianos jugué los últimos días a ser hincha de la selección. Y digo jugué porque hay mil maneras lúdicas y esquizofrénicas de ser un aficionado. Desde sentarse con los amigos a “especular” sobre los resultados de los partidos, las alineaciones y los cambios, hasta emborracharse y salir con el palo de la bandera a golpear a otros eufóricos colombianos de vuvuzelas estridentes, botella guaro en mano y paquete de harina. En fin, muy pocos colombianos estuvieron ajenos a la selección durante el último mes y contrario a las elecciones, en cuestiones de fútbol todos queremos meter las narices, opinar y no quedarnos en la abstención.
Ahora bien, en la resaca de la euforia cabe preguntarnos: ¿qué ganamos en Brasil? Claro que primero deberíamos caminar hacia atrás para preguntarnos ¿por qué antes no fuimos capaces de llegar a cuartos de final en un mundial? Siempre hemos tenido buenos futbolistas, gambeteros, ágiles, correlones, pero dados a lo individual, facilistas a la hora de construir retos y como buenos colombianos, propensos a buscar atajos. Eso es lo primero que se ganó en Brasil, la capacidad de construir un equipo, no una sumatoria de jugadores como casi siempre pasaba en otras épocas, y se formó un conjunto porque se abandonó la manía colombiana de la rosca escudada en una seudo-meritocracia. Necesitamos de un extranjero para que nos quitara el resabio de escoger los jugadores por amiguismo, negocio o recomendaciones y convocáramos a los mejores y necesarios (desde la mirada objetiva del técnico); esa es una de las grandes enseñanzas de Pekerman. Por fin eliminamos las paranoias regionales, esto debido en gran parte a que la mayoría de los jugadores juegan en equipos internacionales; y de paso se evitó que surgieran miles de contradicciones y tropeles por colores de camisetas de equipos de tinte localista. En estos días no se mataron entre hinchas de Nacional, Millonarios, Tolima, Santa Fe…No, en estos días se mataron entre eufóricos hinchas de la selección.
También ganamos en aprendizaje colectivo porque nos dimos cuenta que los colombianos, si sumamos alcohol, fútbol y una que otra victoria, somos capaces de hacer arder las ciudades. No imagino el día en que seamos campeones mundiales, sería algo así como el apocalipsis latinoamericano. Pero esa imagen desoladora de la celebración puso a pensar a más de uno en ese discurso de la violencia que siempre le achacamos al “otro”, pero que nos negamos a ver en el “nosotros”. Eso también es un aprendizaje, si queremos la paz debemos de dejar de ver la guerra como algo extrínseco, para asumirlo desde el yo.
Colombia también ganó porque descubrió cómo nuestro periodismo (en este caso el deportivo) se encuentra a años luz de una verdadera profesión. Gritones, aulladores, coleccionistas de adjetivos arcaicos y habladores de macumba, quedaron al descubierto; las facultades de comunicación deben hacer balance de ello y proponer. Algunos que se hacen llamar periodistas en otras franjas también quedaron muy mal parados, porque no pudieron evitar que un balón les cambiara la agenda, a pesar del mundial el mundo sigue, pero en los medios colombianos no. También aprendimos que el apellido Vélez (en política y en comunicación), tiende al desprestigio, no por el apellido si no lamentablemente por esas tres figuras mediáticas que lo ostentan. En Colombia la política y el periodismo están en el abismo, y eso es parte de lo que tenemos que transformar.
Después de Brasil 2014 los colombianos podemos seguir ganando, más allá de ser la estadística de un equipo entre los ocho mejores del mundo, lo que a la larga será poco en el próximo mundial porque a esa selección le pediremos más. Los colombianos debemos aprender de que somos creativos, talentosos, capaces de construir objetivos en equipo, que debemos reconocer al otro en la diferencia porque esa diferencia aporta, que no somos superiores a nadie, que se puede celebrar sin romperle la madre al vecino, que propendemos históricamente por la violencia y debemos curarnos, que tenemos un trazo social de corrupción heredado de los narcos que debemos superar. Esa es para mí la verdadera ganancia de estos días, lo demás es una anécdota deportiva, digna de exaltar y recordar con alta emoción, pero las anécdotas no cambian la sociedad sino la actitud y el aprendizaje de los sujetos que la conforman. Es la verdad, el fútbol no cambia la realidad, de lo contrario Brasil tierra de Pelé, Sócrates, Zico, Ronaldinho, Ronaldo, Romario, Neymar y demás talentosos, sería el paraíso, y como lo pudimos ver, no por los canales colombianos, sino a través de los medios alternativos, no lo es.
Lo que se ganó en Brasil no se puede cuantificar hoy, pero si entendemos el reto de futuro que nos depara el ser colombianos, lo podremos valorar dentro de unos años. Aunque todo esto lo podemos olvidar y quedarnos naufragando en el nacionalismo trasnochado, y el problema es que no conozco ningún nacionalismo que sea benéfico, ni siquiera en el fútbol.