marzo 14, 2014

TRANSCURRIR UT (MARZO 14 DE 2014)



Por: Carlos Arturo Gamboa B.
1.
Hace unos días rondó por los auditorios de la UT el señor Carlos Medina Gallego, profesor de la Universidad Nacional, un auto-declarado anarquista que al parecer no lo es tanto. El profesor fue “traído” a un conversatorio sobre conflicto y universidad pública y, según los testimonios de quienes asistieron, se despachó a calificar  la vida universitaria como lo haría cualquier tecnócrata. Quise escuchar el audio de la conferencia pero fue retirada de la página de la emisora TURadio, espero que no haya sido una orden del “gran herman-o” ¿o sí? Lo cierto es que el profesor anarco-conferencista terminó afirmando, irresponsablemente, que la Universidad del Tolima es la olla más segura del país. ¿Cuánto le pagarían al profe Medina por decir lo mismo que hace un año dijo el comandante de la policía metropolitana de Ibagué y que el director de la ODI afirma cada vez que puede? Al menos estos dos últimos no cobran por decirlo.
Al profesor Medina lo conocía por un libro titulado Al calor del tropel, referente de la lucha universitaria y la defensa de la Universidad Pública. Lo que se critica de su discurso versión 20.14 es que parece que ahora habla “al calor de los viáticos”, mejor dicho, esto fue un chiste gallego.
2.
Varios sucesos han vuelto a poner como epicentro del debate a la Facultad de Ciencias Humanas y Artes. Los pocos avances en la reconstrucción de la ruta de la Facultad con mayor proyección (al menos numérica) de la Universidad del Tolima, la falta de consolidación de procesos de participación real que desde un principio fue derrotero cuando el rector Herman Muñoz desconoció el proceso asambleario anterior a las elecciones; el poco tacto del señor Decano Germán Calderón, quien ha impartido insultos a diestra y siniestra, sin que se escape el mismo rector quien aportó, a través del Vice-académico y otros “busca votos” buena cantidad de sufragantes autómatas en su campaña.
Lo cierto es que lo retos de la Facultad son enormes y las salidas no se vislumbran, porque la terquedad no es argumento. Ojalá cuando inauguren la nueva catedral en donde sesionarán, veamos humo blanco.
3.
Cada vez llegan más quejas a la Asociación Sindical de Profesores. Los temas múltiples: desconocimiento de los derechos de los catedráticos, a muchos le quitan las cátedras sin ni siquiera dignarse a informarle al profesor que “no va más”, profesores de planta acosados por el régimen de “todo se castiga” encabezado por los abogados que asfixian la academia con regulaciones obtusas,  falta de elementos para el ejercicio académico, miles de promesas vicerrectoriales y poco cumplimiento. La mayoría de profesores se pregunta en dónde está esa cacareada expresión de “excelencia académica”.
A este ritmo de quejas nos tocará abrir una carrera de psicoanálisis sindical para poder atender a tanto profesor abrumado, desmotivado y acosado. Bueno también podemos recuperar la dignidad profesoral y movernos, caminar las ideas y defender la universidad pública. Necesitamos unir saber y lucha.
4.
Han aparecido los cazadores de votos perdidos. Se aproximan elecciones a egresados, estudiantes y profesores al Consejo Superior Universitario, y como si se tratase de una radiografía del departamento del Tolima, se han visto a los “gamonales de oficinas” llamando a sus votantes para perpetrarse en el poder. Lo peor de todo es que con ese modelo de seudo-democracia que rige el gobierno universitario la única salida es la transformación o la resignación. No puede ser posible que el representante de los profesores nunca nos haya dado siquiera un informe, que el representante de los estudiantes sea una especie de mito universitario que a veces dicen ver en el campus, y que el representante de los miles de egresados vuelva a ser elegido por 10 sujetos, como si se tratase de una secta más cerrada que el papado.
No queda otro camino, o transformanos o resignarnos.
5.
Los catedráticos y docentes de planta de la Universidad del Tolima debemos defender nuestro territorio con dignidad, no es posible que cada vez se fortalezca más ese enfoque administrativista, que los recursos se gasten en mejorar procesos que solo empeoran y que el déficit académico aumente; que el gran proyecto del 2014 sea cemento y más cemento. Decía Confucio que “quien volviendo a hacer el camino viejo aprende el nuevo, puede considerarse un maestro”, pues nos tocará apelar a esa experiencia de vida y preguntarnos de nuevo: ¿En dónde están nuestros derechos? ¿En qué lugar del camino dormita nuestra dignidad? Volvamos por el camino viejo de la solidaridad y recuperemos ese título de maestros.
Y si no me creen, miren lo que dice Noam Chomsky sobre el proyecto de universidad global y de mercado, camino que los ideólogos del poder quieren establecer en la Universidad del Tolima:
Contratos inestables, profesores temporales, flexibilización laboral, sobrecarga de trabajo, salarios injustos, escasa participación de la comunidad universitaria en la toma de decisiones, aumento de puestos administrativos y burocráticos, autoritarismo y exclusión, jóvenes sometidos a la presión de los créditos y las deudas, cursos superfluos, precios cada vez elevados, estudiantes que se limitan a tomar apuntes y a recitarlos de manera literal a la hora de la evaluación. Todo esto sucede cuando las universidades se convierten en empresas, como ha venido ocurriendo durante las últimas décadas, cuando el neoliberalismo ha ido tomando por asalto cada una de las dimensiones de la vida.

marzo 10, 2014

TESTIGO ELECTORAL

Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Colombia es un país estancado en el tiempo, un país que poco cambia. Desde que tengo memoria observé llegar a mi barrio a los gamonales electorales buscando votos a cambio de miles de promesas para los necesitados, como puesticos para los jóvenes hambrientos de futuro, tejas de zinc para los desvencijados ranchos o un bultico de cemento para reparar las maltratadas calles. Pero luego de ir a votar los acueductos se demoraban eternidades, los servicios se encarecían y los jóvenes continuaban dormitando las esquinas, sin empleo. Pasados algunos años, cuando de nuevo la sed electoral agobiaba las barrigas de los politiqueros (que no políticos), la parodia se repetía y se sigue repitiendo porque en Colombia nada cambia.

Ayer pude ver esa Colombia estancada en el tiempo. Repleta de pobres con camiseticas de colores con las que ahora disfrazan la avanzada electorera. Gente humilde, con ojos cansados de soñar pero resignados al gamonalito de barrio quien tasó a buenos precios sus votos y corre diligente entre las urnas tratando de guardar evidencias para el cobro de su factura. Vi la viejita encorvada llamando a gritos al seudo-líder comunal para preguntarle por quién era que había que votar y al joven escéptico que entre burlas de sí mismo y sus compañeros votaban a cambio de una promesa de futuro. Vi motos cargando gente hacia los puestos de votación, niños repartiendo mini-propaganda con el número y el nombre de alguien que nunca más volverán a ver. Ayer vi que Colombia está estancada en el tiempo.

Mientras los medios trasmiten la esquizofrenia electoral y se aterran porque en Venezuela los ricos y los pobres se declararon la guerra, debido a que ahora los pobres han recuperado ese espacio digno que se llama la política, en Colombia celebran la “fiesta democrática” que no es otra cosa que la apología a un país en donde los pobres, que somos millones, llevan en hombros a los pocos ricos que se niegan a transformar la realidad. Este es un país en donde insultar es taquillero, violentar atrae votos y engañar sustenta el poder. Basta recorrer las calles un día como ayer para darnos cuenta cuánta falta nos hace apostarle a un proyecto de verdadera educación, pero también entendemos que esos farsantes que te llevan a votar como borrego, nos necesitan así, soñadores e inocentes, obedientes, obsecuentes, resignados, pobres, votantes… Eso permite que el país pueda seguir sumido en otros cien años de soledad, porque en Colombia nada cambia.

 Hoy lunes las calles amanecerán repletas de papeles electorales. Nos dirán que se hizo democracia. Los medios ocuparán sus espacios con cifras, pronósticos y balances, pero si miran bien los nombres de quienes estarán en los puestos públicos, se darán cuenta que todo sigue igual. Los que se han repartido el poder durante la historia en Colombia siguen ahí, con menos o mayor poder, pero con poder. Seguirá siendo un país con un gobierno de derecha, cuya oposición de ultraderecha avanza, mientras tanto el taxista que ayer transportó votantes, la señora de la tienda que repartió propaganda, el niño que llevaba esticker en sus bolsillos y la señorita que visitó el buso de un partido disfrazado en colorcitos, estarán solos, soñando que algo cambiará, pero no saben, o acaso quieren no saberlo, que en este país nada cambiará mientras los pobres se resignen a ser quienes sostienen en el poder a ese puñado de cafres que hacen que Colombia siga estancada en el tiempo, porque hasta la izquierda se petrificó y su sueño es un día ganar en las urnas, ser como ellos, transar sus sueños por puesticos, vestir de traje y empaquetar el pasado en sus alforjas. Por eso Colombia es un país en donde poco o nada cambia.