octubre 14, 2011

LOS MODELOS DE UNIVERSIDAD EN EL PROCESO HISTÓRICO DE LA SOCIEDAD COLOMBIANA


Por: Antonio García Nossa
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El método de análisis adoptado -de naturaleza dialéctica- ha centrado el enfoque y la caracterización de los modelos en una estricta delimitación de los ciclos históricos: en consecuencia, un modelo de educación o de universidad no se toma como simple formulación de un cierto esquema teórico e ideológico, sino -fundamentalmente- como expresión de la manera como funciona la práctica histórica y como ésta define los rasgos esenciales, las formas de operación, los marcos ideológicos e institucionales de un cierto aparato educacional. Desde esta perspectiva dialéctica y totalista, se han establecido diversos modelos de universidad correspondientes a seis grandes ciclos históricos de la sociedad colombiana, desde la época de dominación hispano-colonial hasta el ciclo de conformación definitiva de un cierto modelo específico de capitalismo dependiente. El proceso histórico de la sociedad colombiana -al vertebrarse en el juego dialéctico de los ciclos históricos con un sentido reformista o revolucionario o con una dirección conservadora o                   contra-revolucionaria- permite definir la naturaleza, el papel y los alcances de los modelos de universidad y de educación superior.
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Estos seis grandes ciclos de la dialéctica histórica, pueden enunciarse así:
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1.      Ciclo de la dominación hispano-colonial, en el que el modelo de universidad medieval de estilo eclesiástico tiende a transformarse, a finales del siglo XVIII, en un modelo europeo de tendencia racionalista y pragmática;
2.      Ciclo posterior a las guerras de Independencia -el correspondiente a la Primera República Liberal- de organización nacional y de establecimiento de relaciones directas con el mercado mundial, en el que se implanta un modelo liberal europeo de universidad -en la primera República- y posteriormente se tiende hacia un modelo liberal de educación superior desescolarizada, en la medida en que se radicaliza la formulación de la democracia política (abolición del ejército permanente, ampliación del voto universal, extinción legal de las relaciones esclavistas y serviles, reducción de las facultades del gobierno central, reforzamiento de las autonomías locales, desamortización de bienes de manos muertas, etc.).
3.      Ciclo de la contra-reforma, del aniquilamiento de los fundamentos mismos de la República Liberal de restauración de los patrones culturales y eclesiásticos de la Colonia Española y de configuración de un modelo de universidad tradicional, elitista y escolástica.
4.      Ciclo de la moderna apertura capitalista a partir de la Primera post-guerra mundial, de integración física del país (vías carreteables y ferrocarrileras), de configuración de un sistema nacional de mercado y de instauración de la Segunda República Liberal y de un modelo de universidad democrática y profesionalista.
5.      Ciclo de la contra-revolución oligárquica y del desmantelamiento de las reformas liberales, en el proceso de aguda concentración del poder económico y político, de internalización de las corporaciones transnacionales como vértebras del mercado interno, y de instauración de las formas modernas de absolutismo político y de transfiguración cesarista del estado de derecho.
6.      Ciclo final de la modernización capitalista a través de la plena definición histórica de un sistema urbano-industrial, de la adopción de los patrones norteamericanos de sociedad de consumo, de la instauración de una hegemonía oligárquica compartida sobre la totalidad de aparatos del Estado   -por medio de dos partidos oficiales, políticamente conservadores y económicamente liberales- de la expansión de las formas del absolutismo político y de plena articulación del modelo específico de capitalismo dependiente: dentro de estos marcos históricos -correspondientes a las décadas de los años sesenta y setenta o sea, en las que es decisiva la influencia de la Alianza para el Progreso y de la ofensiva ideológica de la Guerra Fría- se implantó, llegó a su apogeo e hizo crisis el modelo de universidad tecnocrática-desarrollista o más exactamente, el modelo desarrollista educacional.
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Si bien cada uno de estos modelos de universidad y de educación superior resultan comprensibles en la medida en que los relaciona con un cierto contexto estructural, sería posible registrar algunas constantes de esos modelos, en cuanto a la sociedad colombiana ha estado sometida, a lo largo de su historia, a diversos patrones de dominación colonial o imperialista: una de esas constantes históricas es la de que siempre se ha pretendido implantar un modelo extranjero de universidad tomando como arquetipo el medieval-castellano, el europeo occidental, el alemán y, finalmente, el norteamericano. Sin embargo sólo durante el ciclo de la dominación colonial española o en el moderno ciclo de dominación norteamericana, podría hablarse de la existencia de un modelo educacional completamente estructurado y de propagación colonialista de las formas de pensamiento, de técnicas, de unas artes y de una ideología.
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En los ciclos contemporáneos de apertura burguesa y de modernización capitalista, sería posible enunciar, a grandes rasgos, unas ciertas constantes históricas:
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a). Naturaleza elitista de la universidad, orientada hacia la formación de cuadros profesionales de acuerdo con una cierta evaluación global de las tendencias de la economía de mercado y con la pretensión de formar una élite tecnocrática o partidarista reclutada de las clases medias y de la oligarquía burguesa y terrateniente;
b). Dependencia ideológica de los grupos contralores del gobierno -en los ciclos de hegemonía de un solo partido o de condominio bipartidista sobre los aparatos del Estado- en cuanto a la manera de comprender, específicamente, problemas y conceptos como los de comunidad universitaria, autonomía, representación, libertades de investigación y de cátedra, selección académica de estudiantado y profesorado, etc.;
c). Carencia real de investigación científica, artística y técnica -en cuanto a su rango como categoría académica, en cuanto a sus posibles vinculaciones con la docencia y en cuanto a su escala y programación- como efecto de las condiciones coloniales de importación de ciencia y tecnología y de las formas de operación del modelo de industrialización dependiente y de modernización capitalista de la agricultura;
d). Decisiva intervención de corporaciones extra-universitarias -eclesiásticas, militares, gremiales, académicas, capitalistas- en la administración y gobierno de la universidad pública;
e). Preservación de las facultades de orientación ideológica, de control y de veto, otorgadas por el Concordato de 1887 a la Iglesia Católica, en relación con la educación colombiana en general y en particular con la universidad pública;
f). Expansión lineal, desordenada e incoherente de la universidad colombiana, en respuesta a las presiones crecientes de la población joven y a las exigencias específicas del modelo de desarrollo capitalista[1];
g). Bloqueamiento a las posibilidades de integración de un sistema nacional de universidades del Estado como núcleo central de un sistema universitario capaz de desbordar el esquema desarrollista de educación superior, de modificar las estructuras de poder y de replantear el desarrollo desde una perspectiva de transformación global de las condiciones históricas de vida de la sociedad colombiana, en los planos de la economía, la cultura, la organización política y las relaciones sociales;
h). Manipulación política del presupuesto educacional del Estado, utilizándose la estrechez financiera y el déficit crónico que se registra en la totalidad de universidades públicas[2], como un método de control y de instrumentación del modelo desarrollista;
i). Tendencia hacia el desmantelamiento de las formas organizativas de los estamentos universitarios (profesores, investigadores, trabajadores, estudiantes) con el objeto de bloquear las vías de formación de una estructura democrática de poder y de anular las demandas de participación en el gobierno de la Universidad;
j). Constante reducción del ámbito y niveles de la autonomía de la universidad, en los campos académicos, financiero, administrativo y político, en la medida en que se consolida el modelo colombiano de absolutismo político y en que la institucionalización del estado de sitio y el deterioro del Congreso alimentan la tendencia histórica hacia el cesarismo presidencial[3];
k). Prevalencia de una línea orientada hacia la privatización de la educación superior, no sólo en el sentido de transformación de la universidad privada en paradigma del sistema, sino en los de asimilación de los patrones comerciales de empresa privada y de rentabilidad, de inevitable subordinación del aparato educacional a las demandas y condiciones globales de la economía capitalista de mercado y de aceptación, implícita, de que la educación superior no es un derecho sino un privilegio, no es un servicio auténtico sino una mercancía.
1). Y creciente transformación de la universidad -como componente del modelo desarrollista de educación superior estructurado para la capacitación de los recursos humanos que requiere el funcionamiento de la economía capitalista de mercado, a nivel nacional y transnacional- en un tecnológico superior, incapaz de manejar críticamente la ciencia que importa o de transformar la tecnología que se transfiere desde los centros motores de la Metrópoli.
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Tomado del libro La crisis de la Universidad. Plaza y Janes Editores Ltda. Primera edición; febrero 1985. Bogotá. Colombia. Páginas 35-40


[1] “Educación Universitaria y Movilidad Social”. Germán Rama, Bogotá, Revista EGO, No. XX, 1969, pg. 46-92.
[2] “La Universidad Colombiana en la búsqueda de sí misma”, Bogotá, Universidad Nacional, Encuentro de Rectores de Universidades de Venezuela y Colombia, 1976.
[3] Sobre el concepto de cesarismo presidencial, ver “Dialéctica de la democracia”, A. García, Bogotá, Edit. Cruz del Sur, 1973.

octubre 11, 2011

¿EXISTE LA FAUNA DOCENTE UNIVERSITARIA?



Una constante de la precarización laboral que campea en las Universidades Públicas, son las formas de contratación, tanto de profesores y catedráticos, como de los llamados "personal supernumerario". Muchos hacen ojos ciegos a esta lamentable situación, casi siempre bajo la ley del proverbio "Ojos que no ven". La siguiente columna da cuenta de esa fauna, que puede ser ampliada desde nuestras Universidades.
 Por: Edison Marulanda Peña
 Por estos días de calma tensa en el campus de la Universidad Tecnológica de Pereira, de expedición de resoluciones, batalla de comunicados y declaraciones, suspensión de contratos, queda tiempo para la ‹‹observación participante›› de los miembros de la academia.
 En un diálogo de sobremesa con Pablo, un colega que por su actitud desenfadada y su apariencia joven se confunde entre los estudiantes, encontramos curiosos rasgos para intentar una caracterización de la fauna  docente. Sin querer invadir el área de los especialistas en medicina veterinaria, voy a compartir las descripciones de tres especímenes que conviven en la universidad de las cinco décadas.
 El profesor de planta –categorías asistente, asociado o titular– en lo que atañe a la recreación y el cultivo físico-espiritual hace pilates, yoga o Tai chi con instructor privado en el conjunto residencial; el docente transitorio practica el  spinning o la elíptica tres veces por semana; el catedrático participa de los aeróbicos y juega banquitas en el barrio (por esto no le cobran).
 No menos importante es la figura. El índice de masa corporal del profesor de planta es notoria, sugiere un ser saludable, con medicina prepagada y esos carbohidratos que retiene son una señal inequívoca de prosperidad (solo un envidioso diría que es obesidad); al transitorio no le sobra ni le falta masa corporal, vive ilusionado en que su estatus social –estrato es una trampa para suprimir clases– puede mejorar el próximo año, evita las harinas en las noches para no tener que hacer dietas molestas y lo atiende una EPS; el catedrático, nombre científico “austerus pobresoris”, presenta una masa corporal directamente proporcional con la duración de su contrato: ocho meses del año dividido en dos periodos de cuatro y se prepara, cual hormiga previsora, para los cuatro meses de sequía en que no recibirá salario. 
 Las formas de ahorro. El rozagante espécimen de planta ahorra en títulos valores de Ecopetrol o el grupo AVAL, construye en el lote del  condominio y la sección del telenoticiero que más interesa es la económica; el transitorio tiene cuenta de ahorros y compra el baloto para encontrar un atajo y la parte del telenoticiero que sigue con  atención son  las cuñas de vehículos en promoción; el catedrático tiene un marrano-alcancía con monedas de $500 para romper en diciembre y la sección que no se pierde es “lo que indican los indicadores”.  
 La participación en eventos académicos no puede ignorarse. El de planta va a representar a la universidad en congresos o a dar un seminario como profesor invitado con viáticos según su escalafón, sufre de estrés cuando viaja a Sao Paulo, Barcelona, Buenos Aires o Madrid. El transitorio presenta una ponencia en un congreso en Bogotá, Medellín o Cali y se estresa porque los viáticos no le alcanzan para un hotel de 3 estrellas. El catedrático viaja a Sevilla, Valle del Cauca, Armenia o Manizales a un foro regional y él paga su transporte.  
 Medios de locomoción. El catedrático siempre anda de afán, tiene un comportamiento presuroso por que labora en dos universidades –nunca está seguro de que sea llamado el semestre siguiente– para cuadrar los ingresos, y sabe mucho de las bondades del transporte público; el transitorio se desplaza con movimientos seguros y llega en moto a la U; el profe de planta parquea el carro último modelo comprado con el sudor de sus neuronas, camina sereno y saluda con una sonrisa  a las estudiantes (ninguna fuente confirma si es diseño de sonrisa).
 De planta, transitorio y catedrático, tres figuras contractuales distintas. Pero todos son profesores con igual dignidad humana. La administración de la universidad debería recordarlo, cuando se autoevalúa para preservar la acreditación institucional de alta calidad.
*Columna para La Tarde, 9 de octubre de 2011.

octubre 09, 2011

BISBISEOS SOBRE LA CONSTITUYENTE UNIVERSITARIA

Por: Carlos Arturo Gamboa B.
En Ibagué rondan enunciaciones sobre una Constituyente Universitaria que ha decidido emprender la Universidad del Tolima, Constituyente que pretende ponerle fin a una crisis extensa por la que atraviesa el único espacio de educación pública superior del departamento, pero que igual se vislumbra como una gran salida de la Universidad Pública colombiana frente a los asedios de una nueva reforma que empeora el panorama que ya la Ley 30 había implantado, y que como velo trasparente oculta el germen de los males que hoy son grandes moles.
Con los ánimos candentes de algunos sectores, por fin parece ser que la Universidad del Tolima está recuperando sus escenarios de debate, tan ausentes hoy en el mundo autista de las universidades del mercado, en donde todo se “hace” sin preguntar, en donde el indicador prima sobre la argumentación. Este escenario es quizás el primer gran aporte de la idea constituyente, pues ella requiere que todos acometan el ejercicio de repensar lo constituido; revalorar los esquemas seudo-participativos, estrangular los discursos impuestos, que por efecto de la petrificación ya no dicen nada, y sobre todo, remover las fibras sociales de unos actores internos de la Universidad del Tolima que parecen hace mucho olvidaron ser parte de una Universidad, no de una cadena de almacenes.
Ante una nueva idea, un nuevo reto. La incertidumbre, fundamento de lo que tiene que ser re-creado, a veces adormece los sentidos y terminamos por refugiarnos en nuestra “comodidad crítica”, avizorando tras los ventanales de la cotidianidad a los “otros” que activan un suceso, prestos a detectar los rumores que ahogan las palabras; por lo cual asumirse constituyente no es estar de acuerdo con una idea predeterminada, es ayudar a construir la idea. Por lo tanto, quienes al acecho observan los primeros desplazamientos de la Constituyente Universitaria, tienen variadas opiniones hibridizadas entre sus deseos de transformación y su letargo; por eso se suelen escuchar preguntas como: ¿Qué es eso de Constituyente Universitaria? ¿Qué es lo que buscan? ¿Dónde está la maqueta de lo que van a construir? ¿Quiénes son los Constituyentes?, y muchas más, a veces recubiertas de cizaña; y por supuesto otros más conformes con el modelo constituido, no conjeturan, sólo afirman que la Constituyente Universitaria es sólo un complot de unos pocos resentidos.
Quién de cerca observe el proceso o se sumerja en la posibilidades de enfrentarse sin miedo a los abismos, descubrirá que el propósito va más allá de los “susurros” cotidianos, que si se reclama una democracia profunda no es para apostarle a la retórica degastada de los aparatos de poder y de contra poder que ya han demostrado históricamente su ineficacia para entender la movilización social, sino que se reclama una democracia que recupere el concepto mismo de democracia, no es el escenario para aplicar un modelo pensado desde un escritorio, sino para que la mayoría de los todos, lo construyan.
Ante las dudas, las preguntas y las interpretaciones aisladas, sólo es posible una respuesta: Constitúyase constituyente; y para quienes afirman que la idea de Constituyente Universitaria es válida, pero que no creen en “esa constituyente”, sólo podría recordarles aquella frase atribuida a El Talmud: “No límites a tus hijos a tu propio aprendizaje, porque han nacido en otro tiempo”.