junio 15, 2011

SERES DE BARRO Y MIEDO


Por: Carlos Arturo Gamboa

Despojados sin esperanzas
Huelen a olvido
Mezcla de piel y dolor.
Kraken
5:00 AM. El despertador altera la madrugada. La ducha fría estremece la realidad. Una oficina espera los cansados cuerpos para albergar la dependencia. El sueño de unas monedas que paguen la libertad pignorada cada mes. La maldición de un antiguo paraíso cuando el dios que heredó estos demonios te condenó al trabajo. El trabajo, dicen ellos, es la base de tu vida. El trabajo, piensan Alberto Beltrán y tú, lo hizo dios como castigo. Pero la oficina te atenaza mientras tus sueños se diluyen entre copas de agua mineral.
Como tú, miles de seres desempeñan silencios. Cumplen tareas. Sueñan con ser el empleado del mes y ganar la gracia pasajera de tu jefe de turno. Sobre tus hombros descansa la eficacia y el fracaso. Serás el culpable de la rentabilidad, pero nunca tus manos ostentarán las ganancias. Nunca subes la voz, sabes que eso garantiza tu otro contrato. Nunca contradices las órdenes, las cumples todas, incluso aquellas que destruyen a tus iguales. Haces del miedo una prédica, mientras sueñas en comprar un boleto para visitar las playas dentro de dos años. Dices merecerlo.
5:00 AM. El despertador de nuevo. La costumbre hace que te levantes y merodees en tu estrecha habitación. Te miras al espejo y tu cara trasluce una mueca de insatisfacción. Frente a ti está el más cumplidor, el más eficiente, el más asertivo, el ejemplo univoco de la prospectiva laboral. No logras entenderlo. Miras la mesita de noche en donde reposa el tercer el memorando y empiezas a diligenciar una nueva hoja de vida. Una lágrima testifica tu dolor.