diciembre 29, 2010

OTRA DÉCADA



Por: Carlos Arturo Gamboa

Termina la primera década del siglo XXI y los seres humanos, siendo profundamente históricos, parecen olvidar la historia y construir el presente sin mirar el espejo retrovisor de sus errores. Igual que a finales del siglo XIX e inicios del XX, el mundo avanza a pasos gigantes en el desarrollo de la ciencia, pero cada vez es más trágica su relación con el universo, con los demás y consigo mismo. Si hace cien años se abrían las puertas de un siglo que llevaría al ser humano a conquistar el espacio, también se estaba gestando la apertura de las compuertas de la primera guerra mundial (1914) y de ahí en adelante la atrocidad se convertiría en el devenir de un siglo que será recordado por la historia humana como el periodo en que fuimos capaces de adentrarnos en los micro-poros de la ciencia, pero también descubrimos lo letal de nuestras acciones. Cada siglo trae sus expectativas y sus desencantos y el actual parece responder a esa lógica.

Dos hechos se conectan con el tiempo, como queriendo aleccionar al ser humano sobre su desbordada confianza en la ciencia. En 1912 El gigantesco trasatlántico Titanic, se hunde frente a las costas de Terranova, tras chocar con un iceberg y casi 100 años después el transbordador estadounidense “Columbia" explota en la atmósfera terrestre. Dos iconos del desarrollo caen, uno en las profundidades del mar y el otro en el ancho espacio, sin embargo la fe en la ciencia parece alentar la nueva inquisitoria sociedad del desarrollo. Desbocados en la loca carrera por dominar el universo, el hombre ha olvidado que el equilibrio cósmico es alterado con sus acciones: los tsunamis, las sequías, la deforestación, el calentamiento global, la depredación de lo poco verde que nos queda, están allí para recordárnoslo. Priorizar dinero antes que vida sólo nos ha conducido a ser la sociedad más avanzada en términos científicos y la más atrasada en cuestiones éticas. Si la ciencia fuese puesta al servicio de lo humano, quizás fuésemos el lugar de la utopía.
Arropados por el miedo, la sociedad se refugia en el consumo y la producción de artículos banales mientras cada vez se talan más árboles, se secan las fuentes hídricas, se aniquila la especie, se agota el oxígeno. Desde el año 2001, cuando las Torres Gemelas palidecieron frente a millones de ojos, un miedo profundo se adentró en las mentes y parece que ese miedo se quiere curar produciendo más armas para eliminar las fuentes de los horrores. Pero es el hombre quien produce el miedo y el miedo quien aniquila al hombre. No son los llamados terroristas los que están acabando el planeta, son las grandes potencias que se niegan a aceptar que si no cambian su cultura depredadora, pronto no tendrán sino escombros en sus imperios. Por eso ellos quieren nuestras montañas verdes, nuestras llanuras fértiles, nuestras fuentes hídricas y los búnkeres de oxigeno; pero no con fines de conservación, sino para terminar de depredarlos, porque para el mundo actual es más valiosa una pepita de oro colgando del brazalete de una dama acongojada, que cientos de litros de agua. Como el rey Midas, cuando lo descubran será demasiado tarde.

Termina la primera década de este siglo y el panorama de las autopistas de la red nos traen mensajes silenciosos: posible guerra entre las Coreas, hambre en el continente Africano, torturas en Irak, catástrofes invernales en Colombia, crisis en las bolsas, nuevos descubrimientos genéticos, etc. No son mensajes apocalípticos, sólo son evidencias de nuestras formas de habitar el mundo, del trasegar de millones de seres humanos que no hemos podido entender que el mayor de los retos de este siglo, es sobrevivir a nosotros mismos.

Pronto, en cada rincón del mundo, la cuenta regresiva de un año más trascurrido y uno nuevo por acontecer, nos llenará de sueños, pero para poder realizar esos sueños sólo nos queda la posibilidad de defender la vida, ya que los muertos no poseen derechos ni deberes; porque como dijera un día el gran Albert Einstein: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.” Feliz década, a todos.